HISTORIA DE GRECIA
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viernes, 24 de diciembre de 2010
martes, 21 de diciembre de 2010
martes, 14 de diciembre de 2010
"Los ojos de los antiguos"
Jesús Ferrero www.elpais.com 11/12/2010
¿Está tan lejos la Antigüedad? Es posible que ahora los ojos de los griegos estén más cerca de antes que los nuestros.
Sería bueno preguntarse qué nos pueden decir ahora mismo las obras de la Antigüedad que han llegado hasta nosotros. De entrada es evidente que con su misma presencia nos demuestran que han sido capaces de sobrevivir, a veces por casualidad, a veces porque su belleza hizo de escudo protector y las libró de la destrucción, que parece ser la única ley de la historia. Puede que toda cosa aspire a permanecer en sí misma, como pensaba Spinoza, pero pocas lo consiguen. Las que esquivaron el frenesí aniquilador del tiempo y del espacio, ya sea porque permanecieron ocultas bajo tierra, ya sea porque manos prodigiosas las fueron guardando a lo largo de los siglos, son parte casi viviente, casi sintiente del pasado, y tienen el poder de transportarnos a él de un modo tan fulminante como inmediato.
Vayamos a Grecia: todas sus estatuas muestran la mirada interior, lo que no deja de ser paradójico, pues se supone que la mirada hacia dentro es patrimonio de las culturas orientales. Los dioses griegos siempre están mirando hacia dentro, lo que no les impide mirar al mismo tiempo hacia fuera. Por eso, ni parecen del todo reconcentrados, ni parecen del todo ausentes: miran hacia el interior y el exterior sincrónicamente. Ese equilibrio de fuerzas entre la proyección interior y exterior es quizá lo más emocionante de la cultura griega. Y esas dos fuerzas opuestas de la mirada griega logran su mejor definición en el auriga de Delfos. Una vez lo toqué y sentí miedo. ¿Cómo consiguieron los griegos expresar en casi todas sus estatuas esa doble dimensión de la mirada humana y de la mirada divina? Probablemente ni siquiera lo pensaron, y fue una derivación natural (y a la vez muy elaborada) de su propia mirada, pues la misma doble dimensión caracteriza toda la Antigüedad griega. Supieron mirar hacia el interior como nadie, ya desde los filósofos presocráticos, y como nadie supieron mirar la exterioridad. Por eso Alejandro Magno llegó hasta el Indo: porque sabía, como le había dicho Aristóteles, que el hombre es un animal social contra el que se puede combatir, cierto, pero con el que también se puede pactar.
Asimilar la doble mirada griega, y hacerla enteramente nuestra, podría resultar ahora algo muy beneficioso y estabilizador, pues ayuda a desbaratar las estratagemas más falaces del yo. Pero no sólo la mirada, también la palabra de los antiguos puede proyectarnos en universos de suma fraternidad con ellos. Los poemas de Alceo y Catulo hablan con más donaire y frescura del amor y los placeres terrenales que muchos poemas del presente. Algunos parecen escritos hace día y medio. Y, en líneas generales, el poeta que tanto cantó a Lesbia y a los chicos es menos moralista que nosotros. Ironías de la Historia.

Si de pronto nos desplazamos de Roma a China, observamos que muchos poemas escritos antes de nuestra era describen los horrores de la deportación con más precisión y grandeza trágica que muchas novelas de ahora sobre el mismo tema. En la China del presente nadie llevó a cabo tantas deportaciones como el primer Emperador. Seguramente muchos de los soldados de su inconcebible panteón fueron labor de deportados. Esos extraños soldados en los que percibimos de pronto la mirada interior de la que hablábamos antes.
Es común decir que esos hombres de arcilla que protegen la cámara del Emperador hacían el papel de guardianes, asegurando la preservación del sepulcro y hasta la eternidad del monarca. Pero también pudo contar para el Emperador la pretensión de dejar un mensaje sellado en el que se sintetizaba todo el Imperio: un gran ideograma representando a China en su totalidad. Y no deja de ser sorprendente que de esas simples caras de barro encajadas en cuerpos fabricados en serie emerja de nuevo la mirada hacia la interioridad, tan buscada siempre por la estatuaria de Extremo Oriente. Y es que esos soldados parecen estar mirando a la vez hacia dentro y hacia fuera, como el auriga de Delfos, quizás con menos matices pero con los suficientes para indicar que la mirada del soldado ha de dirigirse a la vez hacia el centro de la mente, como aconsejaba Confucio, y hacia el exterior.
¿Está tan lejos la Antigüedad?, cabe preguntarse. La Antigüedad griega, por ejemplo. Es posible que ahora los ojos de los griegos estén más cerca de antes que los nuestros. Pero conviene matizar, y no olvidar que la cultura griega se deslizó en muchos momentos por el territorio de lo ideal. El hombre y la mujer estaban en Grecia muy separados, pero en toda su estatuaria resultan formalmente muy próximos. Aspiraban a la democracia, sobre todo en Atenas, pero a decir verdad pocas ciudades llegaron a ella. Las mujeres no tenían voz en la polis, pero en el teatro clásico la tienen continuamente. Lo que equivale a decir que una cosa era el sueño griego (su deseo proyectándose en la escultura, la literatura, la arquitectura), y otra muy distinta su realidad pura y dura. Y lo que más lejos proyectaron fue justamente su sueño, y ese sueño sí que ha llegado a nosotros, y nos los hace muy próximos.
Vivimos en democracia como anhelaban los atenienses, nos interesa la belleza del cuerpo de forma tan obsesiva como a ellos, los dos sexos tienden a nivelarse y a acercarse como sus estatuas, donde el hombre aparece feminizado y la mujer virilizada, y las mujeres tienen voz como la tenían en la tragedia griega. No sólo parecemos hijos de su ética y su estética, también parecemos hijos de su deseo, pues todo lo que en ellos sólo era un sueño en nosotros ya es una realidad, aunque no siempre sepamos verlo.
¿Está tan lejos la Antigüedad? Es posible que ahora los ojos de los griegos estén más cerca de antes que los nuestros.

Vayamos a Grecia: todas sus estatuas muestran la mirada interior, lo que no deja de ser paradójico, pues se supone que la mirada hacia dentro es patrimonio de las culturas orientales. Los dioses griegos siempre están mirando hacia dentro, lo que no les impide mirar al mismo tiempo hacia fuera. Por eso, ni parecen del todo reconcentrados, ni parecen del todo ausentes: miran hacia el interior y el exterior sincrónicamente. Ese equilibrio de fuerzas entre la proyección interior y exterior es quizá lo más emocionante de la cultura griega. Y esas dos fuerzas opuestas de la mirada griega logran su mejor definición en el auriga de Delfos. Una vez lo toqué y sentí miedo. ¿Cómo consiguieron los griegos expresar en casi todas sus estatuas esa doble dimensión de la mirada humana y de la mirada divina? Probablemente ni siquiera lo pensaron, y fue una derivación natural (y a la vez muy elaborada) de su propia mirada, pues la misma doble dimensión caracteriza toda la Antigüedad griega. Supieron mirar hacia el interior como nadie, ya desde los filósofos presocráticos, y como nadie supieron mirar la exterioridad. Por eso Alejandro Magno llegó hasta el Indo: porque sabía, como le había dicho Aristóteles, que el hombre es un animal social contra el que se puede combatir, cierto, pero con el que también se puede pactar.
Asimilar la doble mirada griega, y hacerla enteramente nuestra, podría resultar ahora algo muy beneficioso y estabilizador, pues ayuda a desbaratar las estratagemas más falaces del yo. Pero no sólo la mirada, también la palabra de los antiguos puede proyectarnos en universos de suma fraternidad con ellos. Los poemas de Alceo y Catulo hablan con más donaire y frescura del amor y los placeres terrenales que muchos poemas del presente. Algunos parecen escritos hace día y medio. Y, en líneas generales, el poeta que tanto cantó a Lesbia y a los chicos es menos moralista que nosotros. Ironías de la Historia.

Si de pronto nos desplazamos de Roma a China, observamos que muchos poemas escritos antes de nuestra era describen los horrores de la deportación con más precisión y grandeza trágica que muchas novelas de ahora sobre el mismo tema. En la China del presente nadie llevó a cabo tantas deportaciones como el primer Emperador. Seguramente muchos de los soldados de su inconcebible panteón fueron labor de deportados. Esos extraños soldados en los que percibimos de pronto la mirada interior de la que hablábamos antes.
Es común decir que esos hombres de arcilla que protegen la cámara del Emperador hacían el papel de guardianes, asegurando la preservación del sepulcro y hasta la eternidad del monarca. Pero también pudo contar para el Emperador la pretensión de dejar un mensaje sellado en el que se sintetizaba todo el Imperio: un gran ideograma representando a China en su totalidad. Y no deja de ser sorprendente que de esas simples caras de barro encajadas en cuerpos fabricados en serie emerja de nuevo la mirada hacia la interioridad, tan buscada siempre por la estatuaria de Extremo Oriente. Y es que esos soldados parecen estar mirando a la vez hacia dentro y hacia fuera, como el auriga de Delfos, quizás con menos matices pero con los suficientes para indicar que la mirada del soldado ha de dirigirse a la vez hacia el centro de la mente, como aconsejaba Confucio, y hacia el exterior.
Vivimos en democracia como anhelaban los atenienses, nos interesa la belleza del cuerpo de forma tan obsesiva como a ellos, los dos sexos tienden a nivelarse y a acercarse como sus estatuas, donde el hombre aparece feminizado y la mujer virilizada, y las mujeres tienen voz como la tenían en la tragedia griega. No sólo parecemos hijos de su ética y su estética, también parecemos hijos de su deseo, pues todo lo que en ellos sólo era un sueño en nosotros ya es una realidad, aunque no siempre sepamos verlo.
viernes, 10 de diciembre de 2010
FILOSOFÍA II - "Los cínicos griegos como preludio anarquista" (Carlos García Gual en EL PAÍS)
Bajo el emblema del perro (kúon) los filósofos cínicos aparecieron en la vieja Atenas como un movimiento de oposición radical a la cultura y la política de la época.

viernes, 3 de diciembre de 2010
LATÍN 4º ESO - "Yo César, Augusto"
El segundo capítulo de esta serie documental se adentra en la figura de Augusto (31 aC - 14 dC). Con Roma al borde de una Guerra Civil, un joven ambicioso tomaría el poder. Augusto gobernó durante 45 años y llevó el imperio romano hacia su grandeza, llenándole de poder y prosperidad.
- ACTIVIDADES
1. ¿Cuándo comienza Octavio a aparecer en la vida pública romana? ¿Qué nombre adoptó? ¿Por qué crees que lo hizo?
2. ¿Cómo fue su relación con el que había sido la mano derecha de César, Marco Antonio? ¿Por qué pasó de ser su aliado a ser su enemigo político?
3. Explica el significado de los siguientes títulos que recibió Octavio en vida: princeps, augustus, primus inter pares y pater patriae.
4. Haz una descripción personal de la figura pública de Octavio una vez que ya es nombrado Augusto. (evita la enumeración de datos biográficos)
5. Intenta ahora hacer una que profundice en su figura privada. (evita la enumeración de datos biográficos)
6. ¿Cuántas veces se casó? ¿Cuál fue su matrimonio más famoso? Intenta elaborar un árbol genealógico de la familia de Augusto.
7. ¿Con qué problemas sucesorios se encontró? ¿Qué valoró una vez que no tuvo hijos varones?
8. Define y envía un correo electrónico adjuntando imágenes de: Ara Pacis, Mausoleum Augusti, Bellum Acticum y Forum Augusti.
FECHA LÍMITE: miércoles 8 de diciembre de 2010.
jueves, 2 de diciembre de 2010
miércoles, 1 de diciembre de 2010
LATÍN 4º ESO - "Pompeya, el último día".
La ciudad de Pompeya llegó a un fin devastador cuando, el 24 de agosto del año 79 de nuestra era, el poderoso volcán Vesubio entró en erupción, cubriendo a sus habitantes de ceniza, humo y roca, en el mayor desastre natural que experimentó el mundo antiguo. Combinando investigaciones científicas y espectaculares efectos especiales, esta película documental dramatiza las últimas horas de una ciudad ajena al peligro que se cernía sobre ella. El descubrimiento de la crónica escrita por Plinio el Joven, superviviente de la catástrofe, ha sido fundamental para reconstruir los hechos. La recreación de los personajes está basada en investigaciones históricas, así como en los esqueletos y moldes, perfectamente conservados, de las victimas sepultadas.
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