lunes, 15 de noviembre de 2010

Nosotros y los medios de comunicación.

En un tiempo como el nuestro, heredero de aquel que hace unos 30 años había sido definido como “La Era de las Telecomunicaciones”, los medios que permiten el tráfico de información han ido adquiriendo una relevancia suprema. Este hecho se hace especialmente patente cuando reflexionamos sobre las fuentes de esa información y la relación que pueda guardar con el medio que la transmite.
En el contexto educacional, los medios de comunicación pueden llegar a ser de una utilidad considerable, pero no debemos caer en la vana sobrevaloración. A nadie se le escapa el hecho de que la finalidad de los educadores no sólo radica en transmitir unos contenidos académicos sino que, de forma mucho más global, aspiramos a la formación de ciudadanos de bien, en el sentido más amplio de la expresión. Sin embargo, no todas las áreas, especialmente en educación secundaria, se ven igualmente favorecidas por el uso didáctico de los medios de comunicación, y no de igual medida por cada uno de ellos. Por esto, desde una perspectiva individual, la valoración sobre la utilidad de los medios en áreas como Latín, Griego o Historia de la Filosofía debe ser realizada por apartados según los diferentes medios de comunicación:
La prensa. Su utilidad radica en las relaciones que estas áreas llegan a tener con el mundo actual. Analizar estas relaciones forma parte del ámbito de estudio de cada una de ellas, pero en todas la prensa, en tanto que registradora de noticias acaecidas a lo largo del mundo, ayuda a este fin: efemérides, reflexiones de intelectuales sobre figuras históricas, noticias de descubrimientos arqueológicos o conflictos sobre el patrimonio cultural antiguo, son sólo algunos ejemplos de los contenidos útiles que la prensa ofrece a nuestras áreas.
La televisión: su influencia en la educación en valores es indiscutible (aunque sí lo sea la forma que los responsables oficiales y privados tienen de tratarla como tal). Una vez que ya hemos visto en el anterior apartado las posibilidades educativas de las noticias, debemos abordar las posibilidades educativas de documentales, por un lado, y series de ficción, por el otro:
Documentales: obviamente su afán divulgativo los pone a la cabeza en las herramientas de utilización audiovisual en el aula. Que la mayoría de documentales históricos tenga una duración aproximada de 50 minutos permite su utilización en una única sesión de clase, apoyada, como no, por las correspondientes actividades. La calidad de los contenidos de un documental no puede ser infravalorada en pro del mero divertimento; hemos de buscar la perfecta ecuación entre lo ameno y lo riguroso.
Series de ficción: la calidad de la historia ficticia desarrollada en una serie de TV debe jugar con las mismas cartas que los documentales. Que su finalidad sea prioritariamente la del entretenimiento no exime a una serie de TV de ser rigurosa con el tratamiento de la información histórica. Su uso educacional se ve claramente comprometido con la temporalización: una serie puede desarrollar menos contenidos que los inicialmente planificados para ese intervalo temporal. Es deber del profesor explotar al máximo el amplísimo tiempo que pueda suponer utilizar una serie de TV en su programación de aula.
La radio: no son muchas las posibilidades que ofrece este medio comunicativo para nuestras áreas; pero si analizamos la dramatización radiofónica como una herramienta educativa, las posibilidades se multiplican, pues la participación del alumnado no se ve tan comprometida por el miedo escénico del que éste puede hacer gala.
El cine: Obviamente muchos proyectos cinematográficos resultan seductores para el alumnado. En muchos casos la seducción no deja “indemnes” a muchos profesores. Pero el proceso de aprendizaje no debe obviar la reflexión didáctica que se busca tras una película de ficción y, en mayor medida, de aquello que se ha venido a llamar “cine educativo”. En lo relativo a nuestras áreas de actuación, no cabe duda que el debate y la reflexión sobre aspectos puntuales y generales son las principales actividades tras el visionado de una película. Sin embargo, en áreas de historia como pueden ser Latín y Griego, puede ser enormemente rentable usar actividades que favorezcan el contraste entre lo visto en la película con lo que textos, especialmente clásicos, cuenten sobre ese mismo aspecto: situaciones puntuales, costumbres, ritos religiosos… Este tipo de actividades pueden servir al alumnado para rastrear mejor el proceso de elaboración del proyecto cinematográfico en su aspecto artístico, literario, etc.
El video: El enorme desarrollo que la secuencia de imágenes acompañadas de sonido ha sufrido en los últimos cinco años ha permitido la elaboración de pequeñas piezas audiovisuales con finalidades claramente didácticas. Al mismo tiempo, las cada vez más abundantes recreaciones en 3D de yacimientos antiguos favorecen la actitud positiva del alumnado hacia el patrimonio cultural.
La fotografía: El uso de la imagen es de una enorme utilidad, tal y como llevamos defendiendo en todos los medios comunicativos (lo hemos dicho incluso en aquellos medios donde se carece de imagen). Entendamos la fotografía didáctica en nuestras áreas como un productor de imágenes y no tanto el uso de imágenes ajenas. Por ejemplo, los viajes culturales que desde un centro educativo se puedan promover para el conocimiento de lugares arqueológicos de renombre pueden ser el marco perfecto para la realización de actividades fotográficas que ayuden a desarrollar el análisis de detalle por parte del alumnado, al que se le encargaría la toma de fotografías y su posterior análisis en el aula de piezas, lugares, inscripciones, objetos o paisajes, entre otros elementos que sólo se puedan descubrir in situ.
Internet: Por último llegamos a la gran referencia de las nuevas tecnologías en la educación: la Red. Al lector no se le escapará obviamente que esta herramienta comunicativa ha estado latente en los análisis de otros medios de comunicación. Su aplicabilidad en el aula es muy variada pero, indefectiblemente, comprometida a los medios disponibles en cada centro. Dejando a un lado la valoración concreta de las distintas aplicaciones didácticas disponibles en la Red, debemos resaltar que el educador dispuesto a promover la utilización de Internet como fuente de información no debe pasar por alto la pedagogía también a estos niveles, es decir, no se debe dejar de lado la instrucción del alumnado en las pautas fundamentales de búsqueda de información, pertenezcamos al área que pertenezcamos, favoreciendo intensamente con esas directrices el análisis crítico y el afán por la depuración de la enorme cantidad de datos que se podrían recabar.