Las aventuras de Asterix, su inseparable amigo Obelix y todos sus vecinos de aldea son parte de la infancia de muchos de nosotros, enfrascados en sus peculiares historietas de lucha contra los romanos "cabezas cuadradas". Es precisamente en esto donde probablemente resida su intemporal éxito: la manera en la que Albert Uderzo y, sobre todo, René Goscinny, tenían de describirnos de forma tan desenfadada el contraste de culturas, el fenómeno de la romanización e, incluso, las herencias tecnológicas que el Imperio Romano ha dejado sembradas por Europa
De niño Asterix gusta por su invencibilidad, fruto de los arcanos druídicos de Panoramix, pero también por su astucia e ingenio. Disfrutas viéndole romper poderosas cadenas sólo con alargar un brazo (Asterix el Galo) o poniendo en órbita al poco espabilado legionario romano.
Si se es adolescente, el comic comienza a revelar su gran bagaje artístico. Fiel a esa edad uno se identifica con el carácter contestatario y libre de los irreductibles galos (La Residencia de los Dioses), que no asumiran jamás que haya más autoridad que la suya propia, sólo se someterán a burdas supersticiones e ídolos falsos (Asterix y el Adivino) En este momento de tu vida, descubres lo enganchado que estás a las tramas que Goscinny te plantea.
Cuando se llega a la edad adulta, aparecen, por fin, las sutilezas. Y todo el mundo fantástico de Asterix se te antoja menos ficticio y, en cambio, más histórico de lo que pueda parecer.
Obviamente los romanos no tenían parques de atracciones tal y como los conocemos hoy (El Combate de lo Jefes) ni ambientes tan modernamente playeros como los que visitan Asterix y Obelix en Massilia o Nicaea (La Vuelta a la Galia), pero a poco que uno se documente, se dará cuenta de que eso es sólo una presentación satírica de lo que seguramente fue.
Y cada detalle tiene un sentido, presentado con un humor finísimo: las conjuras romanas, la brutalidad "bárbara", la romanización...
Y es que los amantes de eso que globalmente se viene a llamar Mundo Antiguo, en toda su amplitud, le debemos muchísimo a Asterix y a algunas de sus aventuras, por lo que representó para nosotros en la niñez y por lo que representa ahora. Estas aventuras llegaron a presentarnos de forma tan divertida y única los tópicos de cada uno de los pueblos que en aquella época convivieron sin remedio: galos (El Escudo Arverno, La Hoz de Oro...), romanos (La Residencia de los Dioses, Los Laureles del César...), galorromanos (El Combate de los Jefes), belgas (Asterix en Bélgica), egipcios (Asterix y Cleopatra), griegos (Asterix en los Juegos Olímpicos), bretones (Asterix en Britania) y bárbaros de toda índole (Asterix y los Normandos, La Gran Travesía...).
La aventuras de Asterix se han convertido en principio, medio y fin de algunos: principio, porque nuestro interés por lo antiguo empezó a cuajar desde la niñez; medio, porque nos sirve para enseñar y motivar a nuestros alumnos y alumnas para que nos acompañen en un viaje por la historia; y es fin, porque hacerte con los comics de Asterix se convierte en una meta romántica que todo el mundo entiende, respeta y comparte.
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